Monday, September 7, 2009

¿No Oyes Ladrar Los Perros? - El Cuento

En su cuento “¿No Oyes Ladrar Los Perros?”, Juan Rulfo describe una experiencia que un hombre y su hijo tienen mientras buscando para una ciudad para recibir ayuda.

Los acontecimientos del cuento tienen lugar durante una noche calurosa en una tierra desolada. Un hombre de nombre desconocido pregunta un hombre que está llamado Ignacio si puede oír un sonido o detectar una señal de luz desde lejos. En respuesta, Ignacio niega su capacidad a ver u oír cualquier cosa, y el hombre lamenta. Los lectores aprenden que los dos hombres están buscando para una ciudad se llama Tonaya. El hombre cree que estén acercándose la ciudad e insiste que Ignacio escuche para los ladridos de perros para validar su opinión. Sin embargo, Ignacio continúa a negar su capacidad a oír los perros. Después ésta discusión, los lectores realizan que el hombre está llevando Ignacio en su espalda, y se estaba llevando para muchas horas. Como resultado, el hombre está muy cansado. No obstante, aunque Ignacio insiste que baje su cuerpo, el hombre rechaza a escuchar, y en cambio encuentra un paredón y ajusta su agarrado en Ignacio. Explica cómo si baja Ignacio, no puede recoger una vez más porque no tiene ayuda. Cuando el hombre empieza a andar de nuevo, los lectores también descubren que Ignacio está teniendo dolor. El hombre se fija cómo Ignacio tiembla, y cómo “le zarandeaban la cabeza como si fuera una sonaja”. También se fija cómo aunque en el principio, Ignacio insistía que el hombre se dejar e ir, ahora no está insistiendo. Mientras el tiempo pasa, el hombre realiza que no están andando en un camino y que ya pasaron el cerro donde algunas personas dijeron que Tonaya está ubicado. Está frustrado y pregunta a Ignacio por qué rechaza a describir que ve. En respuesta, Ignacio sencillamente se pregunta a se baja. Es en éste punto, donde los lectores realizan que el hombre es el padre de Ignacio. El padre rechaza a bajar Ignacio y está decidido a encontrar Tonaya, donde espera a descubrir un médico quién puede cuidar su hijo. Sin embargo, una vez más, Ignacio insiste que su padre se baja, esperando a obtener descanso. El padre, cansado y sudando, dice Ignacio a dormir en su espalda.

Mientras andando, el padre empieza a explicar a su hijo la razón por qué está ayudándose. El padre plantea que no está ayudando Ignacio a proteger su bienestar pero para su esposa y la madre de su hijo quién, los lectores descubren, está muerto. Lo que es más, explica cómo no debe nada a su hijo “más que puras dificultades, puras mortificaciones, puras vergüenzas.” Por medio de ésta declaración, está insinuado que Ignacio comete todos de actos malos. Continúa a expresar su desdén por su hijo, por expresando su confianza que cuando Ignacio se siente fenomenal, una vez más cometerá crimen. Explica cómo encontró su hijo robando y matando muchas personas y como resultado, terminó su relación a Ignacio. Describe el acontecimiento cuando Ignacio mató Tranquilino, la persona que se bautizó, y sólo desea a jamás ver su hijo más después obtiene ayuda.

Después, el padre continúa a preguntar Ignacio si puede identificar civilización por oyendo los ladridos de los perros. Ignacio una vez más niega su capacidad a oír los perros y comienza a pedir para agua. En reacción, su padre plantea que no hay agua y empieza a dar una narración de su infancia. Explica cómo Ignacio bebía toda la leche de su madre y después bebía agua. El hombre también explica cómo su esposa sólo tiene Ignacio, esperaba que se cuidara en el futuro. No obstante, murió por su otro hijo antes puede a ver que su hijo creció.

Después diciendo su narración, el padre siente lágrimas en su cabello y cree que su hijo esté llorando. Pregunta a Ignacio; pregunta si “lo hace llorar a usted el recuerdo de su madre”, y recuerda a él que nunca hizo nada para la mujer. Sólo devolvió el sostén de sus padres con actos pecaminosos, y ahora está pagando las consecuencias. Aparece que unas personas hicieron daño a Ignacio y mataron sus amigos. Sin embargo, el padre no se culpa para sus acciones porque cree que cometieron los actos porque no tienen nadie. Al contrario, Ignacio tiene una familia pero todavía se hizo malo.

Pronto, los dos hombres llegan a una ciudad y finalmente el padre baja el cuerpo de su hijo. Como resultado, inmediatamente oye los ladridos de los perros. El cuento termina con el padre preguntando Ignacio si no oyó los ladridos, y lamentando la incapacidad de su hijo a cambiar.

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